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Hola! Espero que este mail te encuentre bien. A mí me encuentra ilusionado. Y esa ilusión empieza en el más inesperado de los autores: Mark Fisher.
Como establecimos en el newsletter anterior, me encuentro tratando de entender lo suficiente de suficientes áreas del conocimiento para más o menos hacerme una idea general y difusa, pero operativa, de en qué anda el momento histórico. No está sencilla la tarea. Por suerte incluye leer obsesivamente y amo leer.
Hay algo en el texto escrito que me da cierta seguridad. Creo que son precisamente sus limitaciones: escribir es pasar tu conciencia por el ojo de una aguja. No podés decir 4 o 5 cosas al mismo tiempo. Palabra tras palabra, comprimís complejidad y posibilidad en un solo hilo de conciencia. Leer es recoger ese hilo. Subirse a un tren de pensamiento largo y profundo, pero de una palabra de ancho. Y después de miles y miles de caracteres definiendo historia, complejidad, poder, mecanismos invisibles, y hasta denunciar cómo funciona el acto de sarparnos la imaginación para que no podamos imaginar nada más que realidades más o menos parecidas a la actual, Fisher elige, al final de Realismo Capitalista, regalarte esto:
La larga y oscura noche del fin de la historia debe aprovecharse como una enorme oportunidad. La omnipresencia opresiva del realismo capitalista significa que incluso los destellos de posibilidades políticas y económicas alternativas pueden tener un efecto desproporcionadamente grande. El acontecimiento más pequeño puede abrir un agujero en la cortina gris de la reacción que ha marcado los horizontes de posibilidades bajo el realismo capitalista. De una situación en la que nada puede pasar, de repente todo vuelve a ser posible.
Yo veo un destello de algo nuevo. Es verde y fluorescente.
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Todavía recuerdo la mesada. Fría, limpia, técnica. Impermeable a mis deseos, transparente a mi frustración. Esa parte de la labor científica de la que menos se habla: la labor física.
La mano, el craft, la ejecución. El pulso firme para pipetear cantidades diminutas, para sembrar bacterias con el movimiento perfecto de ansa, el ojo para estimar cuándo un cultivo está punto caramelo para sacarlo y bajarlo.
Y como tótem del éxito, como campana pavloviana de haber conseguido lo que querías, el brillo fluorescente de una proteína de medusa: GFP. Usábamos como marcador de éxito para todo tipo de cosas una proteína de medusa (la Green Fluorescent Protein).
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Y en el medio de ese craft manual, de esa cosa de ceramista y carpintero (plomero muchas veces), escuchábamos todo el tiempo la misma promesa: en el futuro, la biología se va a parecer más a la ingeniería gracias a una convergencia entre lo biológico y lo digital.
Bueno. Parece que ‘el futuro’ eran 10 años. Si bien todavía falta para pensar la biología como una ingeniería —y todavía más para pensarla como una tecnología a la que podamos aplicarle los usos y costumbres del digital—, creo que estamos más cerca del principio de lo que viene que del final de lo anterior. La luz que yo veo es una revolución industrial con corazón vivo. Literal.
Cada revolución de gestión de energía y materia es mucho más amplia que su aplicación ingenieril. El petróleo nos dio la capacidad de manipular energía a escalas completamente nuevas y también la de sintetizar todo tipo de materiales derivados de los hidrocarburos gracias a la petroquímica, pero también habilitó que el auto le diera (pésima) forma a las ciudades que habitamos y fue la sangre quer ordenó y propulsó que armaramos matrices productivas a su medida.
Desde que lo aprendí, no puedo desver cómo cada etapa de los capitalismos engrana a partir de la relación entre un grupo de tecnologías core y diversos los sistemas sociales, políticos, humanos, que la ordenan y se ordenan en relación con ella. Sea la máquina a vapor, el motor a explosión, el automóvil, la electrificación, la petroquímica o la financiarización y digitalización de la economía, las tecnologías centrales para cada época la definen y, en sabias palabras del Chino Darín, también la limitan.
Por eso estoy en condiciones de afirmar que la próxima época será, ya está siendo, ese futuro biológico y digital que me prometieron en la mesada del laboratorio.
Ahora, ¿cómo luce el mundo detrás del horizonte de eventos de una implementación así? ¿Cómo luce una civilización donde la proteína que comemos no viene de animales sino de biofermentadores? ¿Qué hacemos con todo el espacio territorial que recuperemos apenas la vaca sea un método productivo comparativamente caro? ¿Qué le pasa a nuestra Sociedad Rural y sus participantes en un esquema que los fuerza a parecerse más a grandes tecnológicas que a gestionar cultivos extensivos? ¿Cómo es la salud en una realidad donde las terapias celulares son opciones viables, escalables y económicamente accesibles? ¿Quiénes ganan y quiénes pierden en esa transición? ¿Cómo construís un country en un humedal cuando ahora el valor del humedal incluye efectivamente el de la información contenida en la biodiversidad que pretendés desplazar? ¿Cómo luce un mundo en el que no fabricamos cosas porque las podemos crecer?
No sé, pero siento que lo vamos a ir descubriendo. |
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Desde el último newsletter metimos dos viajes a dos lugares de encuentro importantes para el ecosistema de innovación: Climatech Córdoba y Climatech Mendoza. Ambos fueron una oportunidad para encontrarnos con personas que comparten la búsqueda de soluciones disruptivas basadas en la innovación para los problemas y desafíos que necesitamos encarar, tanto globales como nacionales.
Lo que más disfruto siempre de esos eventos es poder seguir el progreso de los distintos proyectos, descubrir nuevos, ver cosas que funcionan, cosas que no. Seguro lo que más me estresa es la parte de subir al escenario porque no vale decir cualquier cosa: siempre tratamos de llevar algo que sintamos que vale la pena compartir.
Algunas de las ideas en las que más nos centramos son:
1. Nuestro sistema civilizatorio como está no es sostenible a largo plazo. Seguir así implica necesariamente un colapso. No es fatalismo, es termodinámica.
2. Tenemos que dejar de emitir dióxido de carbono al ritmo que lo hacemos sin olvidar que, si bien es un subproducto de nuestros actuales sistemas de producción con consecuencias graves, dejar de emitir no soluciona el problema, porque el problema es la incompatibilidad fundamental entre nuestros actuales sistemas productivos y la capacidad del metabolismo planetario de absorber sus efectos.
3. Tenemos la increíble oportunidad y obligación de diseñar lo que sea que vendrá después, pero con una gran condición central: que sea compatible con la vida.
La incompatibilidad fundamental que menciono en el punto 2 se expresa es nuestra actual insistencia por presionar por fuera de los límites planetarios, esos que incluyen (pero exceden a) la emisión de dióxido de carbono. Juntar las piedras del infinito o las esferas del dragón y pedir los niveles de CO2 vayan a niveles pre industriales no funciona porque necesitamos también dejar de mandar nitrógeno y fósforo al suelo y al agua, dejar de liberar compuestos sintéticos que no tenemos idea de cómo repercuten en los ecosistemas (y pienso acá más en plástico que en plutonio), o entender que nuestra vida depende de múltiples biodiversidades que ni registramos en la diaria.
Esa tensión entre lo que creamos y lo que vive está en este mismo momento atravesando una barrera clave: empezó a haber más materia generada por humanos que por la naturaleza. |
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Ya hay más metal, concreto y asfalto que árboles, más plástico que animales. Literalmente. |
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No somos la primera especie que terraforma este planeta. Las que lo hicieron antes nos trajeron hasta acá. Una de las cosas que la vida hace es generar condiciones en las que más vida sucede. Hace unos 2.4 mil millones de años, las cianobacterias empezaron a realizar fotosíntesis oxigénica, liberando oxígeno como subproducto y creando una atmósfera completamente nueva, esta, la que respiramos. Todavía lo hacen. Mientras escribo esto, alguna bacteria fija nitrógeno del aire al suelo para que crezca una arveja que será guiso del futuro y eventualmente me constituirá, por lo menos por un tiempo, hasta que herede esos átomos y moléculas a la próxima forma de vida en usarlos.
También mientras escribo esto, diseñadores, ingenieras, agrónomos, biólogas, arquitectos, hacedores de todo tipo y factor miran la biología como alternativa productiva, tanto en sus productos como en sus procesos. Tanto en biopolímeros que reemplazan plásticos como en bioprocesos que disrumpen la industria petroquímica que tanto necesitamos disrumpir. Estas personas miran la biología porque las ayuda a pensar como piensa la vida. Por ejemplo, la vida no concibe una cadena de producción lineal porque la termodinámica no es lineal. Ni los átomos se desintegran ni las moléculas desaparecen cuando sacás la basura o dejás que el exceso de fertilizante y herbicida filtre hasta las napas de agua subterránea. La materia queda. A lo sumo se transforma, pero no hay alfombra debajo de la cual barrerla. Y ni hablar de la elegancia de la biología para gestionar las transformaciones materiales. Literalmente 4 mil millones de años de prueba y error para tener enzimas que gestionan que las cosas pasen de manera rápida y eficiente, con minúsculo gasto de energía.
En esa intersección de circularidad, elegancia y escala es que la biología —a mí también— me ilusiona tanto. Si un núcleo tecnológico encaja con la imperiosa necesidad del presente de construir sistemas productivos compatibles con los límites planetarios, que disrumpan y desplacen tanto los materiales que usamos como la forma en la que transformamos la materia, y encima tengan posibilidades reales de hacerlo para 10 mil millones de personas, ese núcleo tecnológico respira, regenera, terraforma.
Tal vez la forma de trascender la disputa entre masa antropogénica y biomasa incluya desdibujar la frontera entre ambas. Que sea tesis, antítesis, biosíntesis.
¿Para qué? Bueno, no se me ocurre un acuerdo más básico que la supervivencia. Es cuestión de seguir la luz al final del túnel. Es fácil orientarse porque la luz es verde fluorescente, y late.
Nos leemos el mes que viene.
Abrazo
Pablo
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